Hay pocas cosas que pueda decir con total seguridad. Y una de ellas es que Paco Grau fue el mejor profesor que he tenido. Cuando me han preguntado cuál creo que es la asignatura más importante, siempre he dicho que Filosofía. En ninguna otra materia aprendí tanto, ninguna otra formación me sirvió más para ser "una persona". Pero con el tiempo estoy terminando por darme cuenta de que, quizás, no era por la asignatura, sino por el profesor que la impartió.
Paco Grau, con cuatro sesiones semanales durante dos años, se convirtió en una de las personas que más ha influido en mi personalidad. Me enseñó a leer a los clásicos, sin miedo, sin complejos, tratándolos de tú a tú. Me abrió los ojos a ese mundo infinito, ese jardín de El País de las Maravillas de Alicia, que es el Conocimiento Humano. De hecho aún no he salido de él. En mi cabeza resuenan todavía, casi a diario, todo lo que aprendí de Platón, de Descartes, de Wittgenstein, de Nietzsche. Personas que intentaron buscar respuesta a preguntas que aún no se han resuelto, y cuyo planteamiento es lo que nos hace humanos. No creo que haya un día de mi vida en el que no haya usado algo de lo que aprendí de ellos.
El trabajo de profesor algunas veces es el mejor que se puede tener, pero la mayoría de las veces es muy ingrato. Tienes que estar, constantemente, imaginándote, convenciéndote, suponiendo, en la oscuridad, que lo que estás haciendo está bien, que sirve para algo. Aunque muchas veces tengas que enfrentarte a alumnos, a padres, incluso a algunos compañeros o inspectores. Pero hay otras (pocas) veces en las que ves una pequeña luz en el horizonte que te da la razón, que te dice que estuvo bien lo que hiciste, que tuvo sentido, que fue para algo. Espero que estas palabras sean, para él, una de esas veces.
P.D.: Él fue, por supuesto, el que me enseñó la frase de Platón ΑΓΕΩΜΕΤΡΗΤΟΣ ΜΗΔΕΙΣ ΕΙΣΙΤΩ ("que no entre nadie que no sepa geometría"), que modifiqué para el título de este blog (como cuento aquí).
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