¿Las notas de "selectividad" reflejan el nivel real del alumnado? Para mí, no. Y el problema es claro: las notas de acceso a la universidad están tan infladas que ya no sirven para distinguir a los buenos alumnos de los brillanes. Todo el mundo lo sabe, pero seguimos como si nada. Mi análisis es el siguiente:
Notas altas por todas partes.
Lo que ocurre con las reseñas de restaurantes en Google es exactamente lo que pasa con las notas: si todos los restaurantes tienen entre 4 y 5 estrellas, la puntuación deja de decir nada. Pues con el bachillerato igual: si todo el mundo está entre 8'5 y 10, una décima arriba o abajo depende de cualquier detalle sin importancia. No es un reflejo del nivel, sino del contexto en el que se corrige, de la presión de las familias, del centro… o de que ese día el profesor estuviera más blando.Competencia entre centros.
Muchos centros se comparan entre sí. Si los demás dan buenas notas, “yo no voy a perjudicar a mis alumnos”, piensa más de uno. Ojo, yo incluído. Y así, poco a poco, todos inflamos para no quedarnos atrás. El resultado es una competición absurda en la que nadie quiere ser el “malo” que evalúa con rigor, porque parece que está castigando injustamente a su alumnado.El dilema del prisionero.
Es justo eso: si todos bajaran el nivel de notas, la situación mejoraría. Pero cada centro, pensando por separado (sin cooperación), cree que es mejor inflar porque “los demás lo harán”. Y al final todo el mundo infla y el sistema entero pierde. Es una trampa en la que caemos incluso quienes sabemos que está mal. Yo mismo he cedido alguna vez cuando he dado segundo de bachillerato, para no “dejar fuera” a alguien que, comparado con otros centros, saldría perjudicado.Consecuencias reales.
Esto no es una anécdota. Afecta directamente a quién entra en las carreras más exigentes. Medicina, Matemáticas, ingenierías… ya no están seleccionando a los mejores preparados, sino a los que vienen de centros donde se aprieta un poco menos o donde las notas tienden a subir por sistema. Eso es malo para las universidades y para la sociedad: nos quedamos sin los mejores profesionales en puestos donde realmente importan.
Y además se produce un efecto perverso: alumnos buenos que podrían estudiar algo que les gusta acaban eligiendo carreras “de nota alta”, aunque no tengan vocación real por ella, solo por “aprovechar la nota”. Como si la elección de estudios fuera un descuento del supermercado que hay que usar antes de que caduque. Y recíprocamente, alumnos brillantes con una alta vocación no pueden acceder a la carrera que persiguen por culpa de esta quasi-aleatoriedad (yo lo he visto).
¿Qué se puede hacer?
Menos peso de la nota de bachillerato y más peso de pruebas externas, que sean iguales para todos. Es lo único que se me ocurre.
Si queremos un sistema justo, que premie esfuerzo y capacidad, y que seleccione bien para las carreras donde importa la preparación real, hay que replantearse cómo se califican los dos últimos años antes de la universidad. El buenismo, la competencia entre centros y el miedo a “perjudicar” a los alumnos ha convertido la nota en una señal casi inútil. Si no cambiamos eso, seguiremos ordenando a los estudiantes de manera casi aleatoria. Y eso, a la larga, lo pagamos todos.



